EL EFIMERO HAITI
LUIS D. ALVAREZ
MIEMBRO DEL GRUPO AVILA
Los haitianos deben ver con tristeza que no es suficiente con tener una realidad trágica, sino que para convertirse en noticia, al menos por unos días, debe ocurrir algo de fuerza. Terremotos, crisis políticas y acciones violentas colocan al país en el centro del debate, ocultando lo dramático de una realidad en la que lo anormal se ha convertido en un hecho recurrente. El hambre, la miseria y la violencia política están latentes, mientras la comunidad internacional parece obviar lo complejo de una existencia que se hace cuesta arriba para los habitantes de ese país.
El asesinato del polémico presidente Jovenel Moïse, atacado en circunstancias poco claras en su residencia, llevó a reacciones inmediatas de autoridades de organismos multilaterales y de actores de otros países que pidieron medidas rápidas y concretas, como el establecimiento de misiones o comisiones que se trasladen al lugar para recabar información, evidenciando lo precario del conocimiento que muchos tienen sobre la realidad haitiana.
Si bien es cierto que la situación actual amerita hacer seguimiento a la crisis, la mirada internacional y el tratamiento de la opinión pública ha debido darse desde hace mucho tiempo, tal vez con miras a evitar que la descomposición llegara al extremo de mostrar episodios como el acaecido contra el jefe de Estado y su esposa. El mandatario era un personaje que administraba con poca transparencia un país que no tenía poder legislativo, pues al vencerse el período, Moïse comenzó a gobernar por decretos, además de tener una disputa permanente con el Tribunal de Casación, máxima instancia judicial del país.
Aunado a lo anterior, existían diferencias en torno a la culminación del período presidencial, pues el primer mandatario alegaba que aún podía permanecer en el cargo, mientras que sus detractores señalaban que lo usurpaba, lo cual se complicaba con el recurrente cambio de calendario electoral. Las dudas en torno a Moïse se incrementaban ante el probable intento de una reforma constitucional cuyo contenido no era de conocimiento público, según han comentado los medios en un país en el que la opacidad parece ser la norma.
Al final, a la fatídica actualidad de Haití se le une un pasado en el que las dictaduras, los resentimientos, los conflictos sociales y las carencias han hecho mella, complementándose pavorosamente con saña, crueldad e incluso esoterismo. Lo desastroso de todo ello es que en unos días el país dejará de ser noticia, pasará de moda y tendrán que volver a lidiar sus habitantes con el hambre, las heridas de un terremoto de hace años y un macabro ejercicio de la historia en la que los encargados de administrarlo, mayoritariamente, se sumieron en rencillas y rebatiñas, cuyas heridas aún se palpan y sufren.
Luis Daniel Álvarez V.
Internacionalista UCV, Doctor en Ciencias Sociales. Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV
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